ADIVINANZAS
Hace muchos siglos, en los tiempos de la dinastía Sung, andaban por la ciudad de Hang-cheu los inventores de adivinanzas. Se sabe que todos vestían del mismo color, pero se discute cuál era ese color. Solían caminar por los jardines que estaban más allá de las murallas, o por la orilla de los canales, o por el barrio de los actores.
Todos conocían sus procedimientos: se jugaba por dinero. La honestidad de estos hombres era proverbial. Jamás se negaban a pagar cuando alguien daba con la solución de sus enigmas. De entre todos los artistas ambulantes, los inventores de adivinanzas eran los preferidos de las muchedumbres. Convocaban más curiosos que los acróbatas, los amaestradores de peces o los remontadores de barriletes.
Según se dice, las adivinanzas eran siempre distintas y jamás volvían a usarse una vez que alguien las resolvía. Los estudiosos pretenden reconocer distintas técnicas en la formulación de acertijos. La más usual consistía en la descripción concreta de una cosa que en lenguaje metafórico resultaba ser otra. El legendario Wang-li acuñó durante su vida alrededor de setenta mil adivinanzas obscenas cuya respuesta era siempre la misma.
La preferida del maestro Hsu-t'ang Chih-yu puede escribirse así:
Tiene patas, pero no es un pez. Tiene dientes, pero no es un gusano. Es insignificante, pero no es el emperador.
La respuesta, Li, el vendedor de limones, es imprevisible pero no inevitable.
Los emperadores solían favorecer a estos ingeniosos peregrinos instalándolos en la corte. Allí permanecían largos períodos, disfrutando del lujo y la molicie. Casi todas las mañanas el emperador se hacía formular una adivinanza. Hay que admitir que se trataba de una situación delicada, pues un enigma que el emperador no pudiera resolver trastornaba ciertamente las leyes de la naturaleza. Para evitar catástrofes, los inventores ideaban misterios sencillos o -mejor aún- daban por buena cualquier respuesta imperial. Durante siglos, fue señal de cautela en la China el contestar una indagatoria con la fórmula: "aquéllo que al emperador pluguiere".
El dato más curioso es el que se anota a continuación: cada vez que alguien adivinaba, los formuladores saltaban de gozo y daban muestras de la más sincera alegría. No les importaba perder una moneda, si a cambio recibían el halago de ser comprendidos. Esta alegría era mayor cuanto más difícil era la adivinanza.
Aristóteles decía, o se olvidó de decir, que la vida del entendimiento es la vida más dichosa a la que el hombre puede aspirar. Otros han dicho que los seres humanos disfrutan con el ejercicio de sus capacidades realizadas y que este disfrute es mayor cuantas más capacidades se realizan o cuanto mayor es su complejidad.
Wang-li, en el prólogo del Libro de las Adivinanzas Obscenas, escribió: "La adivinanza, el enigma, la prueba o el examen no se proponen dejar fuera al peregrino, sino hacer que entre mejor de lo que era. La puerta de la nobleza es difícil de abrir, pero se abre. Sólo las puertas de los tiranos son inexpugnables".
Con la llegada de los mongoles, la estrella de los inventores de adivinanzas se fue apagando. Ya en tiempos de decadencia, los últimos formuladores reducían al mínimo las dificultades: Brillo redondo soy de tus noches. Algunos enigmas ya venían resueltos ¿Qué es una cosa que brilla en el cielo y que se llama Luna?.
Según el maestro Yin-yüan Lung-ch'i, todo idioma es una colección de adivinanzas, ya que las palabras sustituyen a las cosas y los enigmas son sustituciones. Algunos hablan de la adivinanza de Tzu-fu. Los maestros del Zen creían que la recompensa por su adecuada resolución era nada menos que la comprensión cabal del sentido del universo. Su formulación usual era: Tres, dos, uno, dime adivinador cuál es el sentido del mundo.
Alejandro Dolina - La Venganza Sera Terrible
El Caminante
Cualquier dictamen sobre la persona de Tamas Dorkas es necesariamente apresurado. Puedo garantizar, eso sí, su calvicie y su estatura exigua.
La primera vez que lo vi, fue en la calle bacacay, por comodidad literaria, podía mentir que andaba yo sin rumbo fijo. La verdad es que "como casi siempre" dudaba entre algunos rumbos posibles. Dorkas apareció a mis espaldas e hizo oír su voz chillona.
- tenga cuidado, amigo. Este barrio está lleno de brujas. No le conviene caminar cerca de las paredes.
Mientras hablaba, se movía a mi alrededor con paso gimnástico
- yo si fuera usted, buscaría la luz de la avenida. Aquí suceden cosas muy extraña.
Después de esta frase, ensayo una carrerita y me sacó como cuarenta metros de ventaja. Yo apuré el paso y, tal vez por cortesía, legrité.
- espere... si quiere decirme algo, dígamelo del todo...deténgase, por favor.
- ese es el punto... no puedo detenerme. Y no es una metáfora. Quiero decir que me resulta enteramente imposible quejar de caminar.
El hombre se creyó en el caso de ilustrar sus palabras con movimientos ostensible. Empezó a trotar en zig-zag, mientras reclamó con mirada insistente un gesto de compresión.
- pero, ¿Por qué no puede detenerse?.
-Sí me hace el favor de acompañarle un rato, se lo explicar.
Doblamos por Artigas hacia el norte. Tuve la sensación de que Dorkas usaba su paso como recurso expresivo. Marchaba más lentamente en los silencios. Enfatizaba pisando fuerte. Cuando no encontraba una palabra, su andar se hacía sinuoso. Y si trataba de recordar algún detalle olvidado, directamente retrocedía.
-Me llamo Tamas Dorkas y vivo en todas partes. Así como me ve, yo he sido un gran seductor. He tenido muchas mujeres, no es por presumir. Las amaba por untiempito y después las abandonaba. Trataba de lograr que se enamorada de mí y cuando estaba seguro de ello, desaparecía. Dorkas subrayaba la inconstancia de sus amores subiendo y bajando el cordón de la vereda.
- pero un día, tuve la desgracia de encontrarme con la bruja. Por si usted no lo sabe, se trata de la mujer más hermosa del mundo. En verdad,ella también disfrutaba provocando amores desgraciados. Yo me enamorarse vergonzosamente. Era capaz de cumplir la comisiones más indigna, con tal de convencerla. Una noche me comunicó su conclusión de abandonar, en los términos más crudos. Entonces me desesperé. Me arrastre como un gusano.Imploré,supliqué. Y luego me ejercité en el reproche minucioso. La bruja resolvió castigar mi estupidez: me hechizo. Me hechizo del modo más espantoso que usted puede ver. Estoy condenado a caminar perpetuamente.
No puede evitar algunas indagaciónes burguesas.
-Disculpe, señor Dorkas. Pero... ¿Cómo hace usted para vivir al trote! Hay ciertas cosas....
-Sí, ya se. Todos preguntan lo mismo. Uno se acostumbra. No quiero escandalizado con detalles: puedo decirle que me las arregló bastante bien. Por ejemplo, puedo dormir caminando. Lo malo es que a veces me despierto en lugares totalmente desconocidos.
- ¿Y no hay ninguna forma de romper el hechizo?.
- claro que sí. Los brujos de Chiclana me han dicho que para librar, debo encontrar cinco cosas. Desde luego, se trata de hachazos casi imposible.
- a ver.
- primero: una copa del licor del recuerdo... segundo: localizar una de las entradas del infierno... tercero: conseguir la cigarrera de níquel que garantiza el amor de las mujeres...cuarto: encontrar a alguien que ame a la bruja más que yo... quinto: estrechar la mano de Manuel Manbed.
- creo que los brujos de Chiclana se han burlado de usted. Jamás podrá cumplir. Y ahora, si me permite, su conversación es muy interesante, pero estoy empezando a casarme.
- no se preocupe, estoy acostumbrado. Siempre sucede lo mismo. Ya nos encontraremos: algo me dice que usted va a ayudarme.
- ¿Qué le hace pensar tal cosa?.
- Dorkas empezó a explicarme. Pero la esperanza le acercaba el paso y ya no pude segirlo.Me senté en un umbral y dejé que se fuera hablando solo.
Parte II
La segunda vez me encontré con Donkas , ya era invierno. Me pareció que caminaba más ligero que antes. Llevaba en la mano una botellita verde.
-Salud, amigo...¿Quiere un traguito ?.
-¿Ginebra ?
-Licor del recuerdo, caballero. Mójese los labios y el pasado estará con usted.
-Gracias. Pero creo que no lo necesito. El pasado siempre está conmigo.
Empezó a correr hacia atrás como un loco, mientras me gritaba :
-El universo tiende al olvido. La memoria es apenas una resistencia efímera. La vida es una resistencia efímena. Beba conmigo.
Volvió a los saltos y me ofrecio la botalla. No tuve mas remedio que apurar un sorbo
-¿Y ?¿Recuerda Algo ?
-Yo siempre recuerdo lo mismo, Dorkas
-Usted me atudó a hacer el primer milagro, que es el mas dificil. En verdad es el único milagro. Una vez que uno camina sobre las aguas, ya nada resulta imposible.
-¿Por que dice que yo lo ayudé ?
-No me haga explicar dos veces la misma cosa.
Galopo hacia el norte y se perdió en la noche.
Parte III
-Acompáñeme Amigo. Creo que estoy en condiciones de mostrarle una de las entradas del infierno.
Yo estaba de mal humor, como casi siempre en aquel tiempo.
-La ingenuidad cósmica es insoportable. Dorkas. Para usted, cualquier Jarabe es licor del recuerdo, cualquier cigarrera es mágica, cualquier agujero en el piso es la entrada el infierno. No se engañe. No hay milagros.
Dorkas empezó a caminar a mis espaldas tal vez para argumentar mejor.
-Me extraña que un hombre como usted no comprenda que los milagros se cumplen de un modo misterioso, poético, simbólico. Quien no tenga fe poética, nunca verá un milagro, ni aunque se lo hagan delante de las narices.
-Salga de ahí con las alegorías. Uno quiere ser inmortal y tratan de contentarlo con el recuerdo que dejará en los otros. Uno quiere volar y le hablan de pensamientos espirituales. Uno quiere conversar con los muertos y debe conformarse soñando con su abuelo.
-Venga conmigo y verá un prodigio contante sonante.
Con un trote que no admitía replica, me paseo por todo el barrio.
Cada tanto se daba vuelta y trataba de apurarme con voces de aliento.
-Vamos, vamos. Si no me falla el cálculo, las puertas del tártaro están por abrirse.
Pasamos frente a una casa parduzca en la calle Bogotá.
-Es aquí, esperemos.
Yo me senté en el cordón de la vereda de enfrente. Dorkas empezó a caminar de esquina a esquina. Pasaron horas.
Cerca de las dos de la madrugada, la puerta se abrió, y apareció una mujer alta, vestida de negro.
Dorkas se me acercó al galope.
-Tenga mucho cuidado...
-Es solamente una mina.
-Sí tiene valor, mírela de cerca.
Cruce la calle. La mujer ya caminaba hacia el norte. Me puse a su lado. Ella se detuvo bruscamente y me miro. Era el diablo.
Parte IV
Durante varios meses no tuve noticias del caminate. Todas las noches me daba una vuelta por la casa de la calle Bogotá, con la esperanza de cruzarme con aquella mujer que, según Dorkas, era el diablo.
No pude volver a verla. Pero si vi salir a muchos hombres. Calcule que serian demonios, ya que los réprobos no pueden ausentarse del infierno a su capricho. Parando la oreja, me pareció escuchar lamentos y quejas de los condenados que seguramente ardían en las habitaciones del fondo.
Debo confesar que estaba obsesionado con aquella hembra. No podía pensar en otra cosa. Mis amigos me evitaban. Había dejado mi trabajo. Me había enamorado del modo más ruin.
Una noche de carnaval. Busque distraerme con una pechugona que conocí en la plaza. Mientras la inspeccionaba distraídamente en un portón, oí a mis espaldas la voz del caminante perpetuo.
-¡Alegría, Alegría !-gritó y me mojo con un pomo.
Estaba disfrazado de El Zorro. La casaca le habia quedado mal abotonada y fuera del pantalón, como fatalmente ocurre cuando unos se viste caminado
-Gusto en verlo, Dorkas. Le presento a mi amiga.
La pechugona sonrío mientras se acomodaba la ropa.
El hombre estableció una órbita alrededor de un Arbol.
-Mire lo que tengo.
Saco del bolsillo una cigarrera
-Éste objeto, señor mío, permite a su poseedor alzarse con el amor de todas las damas.
-¿De todas?
Me esforcé en argumentar que no era deseaba ser amado por la totalidad de las señoras. Si no mas bien por aquellas que uno mismo eligiese.
Pero Dorkas me coto en seco.
-No piense que usare la cigarrera para expandir mis serrallo. Usted Bien sabe que solo pretendo romper el Hechizo de la bruja.
-¿Como la consiguió ?
-En la calle Condarco, por supuesto.
-Sea prudente, Dorkas. Este Barrio esta lleno de Charlatanes y de falsos hechiceros que se aprovechan de las personas demasiado crédulas. ¿Como sabe que esa cigarrera es mágica ?
-No lo se, Tan solo lo deseo.
Dio media vuelta y marcho a paso vivo por el empedrado. Yo me dispuce a reanudar mis caricias callejeras, pero la pechugona, sin saludar siquiera, corrió tras de Dorkas, lo tomo del brazo y me abandono para siempre.
Parte V
Recien en el otoño volví a ver a la mujer de la calle Bogotá. Salía al caer la noche y yo caminaba a su lado pensando frases ingeniosas, hasta que esa me pedía explícitamente que la dejara en paz.
por fin, al cabo de largas semanas de humillación, conseguí que se sentara conmigo en un banco de la estación de flores. Supe su nombre: María. Casi no me dijo otra cosa. Me escuchó distraída mente durante algunos minutos y después se fue.
A partir de entonces mi guardia frente a la casa se hizo perpetua. La aceptaba sin disimulo. Gracias a mi pertenencia pude lograr que aceptara modestas invitaciones. Al menos una vez por semana, nos sentamos a conversar.
Ella advirtió inmediatamente que tenía poder sobre mí. Y encontró solaz ejerciendolo.
Solía indagar con fervor la naturaleza de mis sentimientos, empujando que a la confesión. Fingida dudar de mi sinceridad y me obligaba a la promesa y al juramento.
Entonces, cuando yo esperaba la revelación de su amor, cuando yo creía que iba a desarme, me hablaba de otros hombres o de asuntos sin importancia o se iba.
En mi estupidez, insistía en hacer ostensible mi desesperación. Me le mostraba tétrico, vencido. Coqueteaba con mi desdicha y Lucía este ingenio resentido de los que creen que su fracaso es injusto. Cuando María calculaba que mis fuerzas se iban agotando, encendía mi esperanza con mínimas señales de afecto. El solo roce de su mano me ilusionada de un modo vergonzoso. Los pocos amigos que aún me quedaban debían soportar preciosos informes sobre el asunto.
Una tarde de invierno yo vigilaba bajo la lluvia. Hacía semanas que no veía a María. Estaba sucio y mal dormido. Temblando de frío, modulada, a modo de ensayo, unos reproches siniestros que venía preparando. Tamas Dorkas llegó gambeteando baldosas flojas.
-Ya está. El cuarto milagro está cumplido. Encontré a un hombre que ama a la hechicera más que yo. Llamarte profano
-¿ y quién es ese estúpido?.
-Usted....
parte VI.
A sombra con gestos amorosos a una persona que nos rechaza es, ante todo, una grosería Hong.
Así, como el que confiesan sus secretos íntimos al compañero de asiento, como el que hace regalos demasiado caros, me postulé ante María. Esa, cuando se aseguró de mi completa obsesión, me despidió evocador mente.
Una vez cumplidas todas las maniobras de la indignidad, me enteré de manipular las cenizas de aquella historia para que pareciera restos de un gran amor.
Inventé un tiempo de plenitud que nunca existió. Me obligué a suponer que María me amaba pero se resistía a admitirlo, en virtud de vaya a saber que árabes psicológicos. Se me puso en la cabeza que era buena.
Lucena en plural sensaciones que fueron solamente mías.
Una madrugada de octubre, volví a encontrarme con Dorkas. Marchaba, cosa infrecuente, con paso fatigado. Me dio la mano a la pasada.
-gusto en verlo-le dije-. Veo que sigue tan eclipsado como siempre.
En silencio fue hasta la esquina y volvió.
Guión plantea. Me parece que ya cumplí los cinco encargos de los brujos de Chiclana. El licor, la entrada del infierno, la cigarra, el enamorado...
-¡Objeción!-le grité-. Yo estoy enamorado, pero no de la bruja, sino de María.
-todas las mujeres que lo rechazan a uno son la bruja.
-usted llegó a sugerir que María era el diablo.
-todas las mujeres que lo rechazan a uno son el diablo.
-usted parece pensar que toda frase sonora es verdadera. Además, si no calculo mal, le falta estrechar la mano de Manuel Mandeb.
- acabó de hacerlo- dijo Dorkas-. Usted no me engaña. En este barrio todos conocen las historias de Mandeb, pero nadie lo ha visto jamás. Usted es Manuel mandeb. Usted es Jorge Allen. Usted es Salzman y Castagnino. Usted quisiera ser filósofo, ser poeta, ser músico, ser jugador, pero apenas si se atreve a contar historias, dándose aires de no creerlas del todo.
-esa es otra de sus alegorías. Claro que en cierto modo soy Mandeb, como en cierto modo soy la Emperatriz de Bizancio. Pero, según se ve, los brujos de Chiclana no se contentan con metáforas. Usted no cumplió.
-Le aseguro que cumplí.
-Y entonces, si ya rompió el hechizo, ¿Por qué no se detiene?
Dorkas empezó a pisar más fuerte que nunca.
-Hay algo que usted debe saber: todos estamos condenados a un hechizo cósmico. El universo primeramente plenamente objetivo. Nadie puede detenerse. Salvo que usted sea tan estúpido como para creer que detenerse es esto.
Y se plantó, firme como una estatua, delante de mí...
ARENA
Los paganos admitían la existencia de divinidades toscas, imperfectas, chapuceras.
Los dioses no sólo estaban sujetos a toda clase de vaivenes éticos sino que también cometían numerosos errores en el ejercicio de su profesión: creaban universos endebles, se dejaban engañar por los humanos, desconocían el futuro, fallaban en sus cálculos.
Las grandes religiones monoteístas acuñaron la idea de la infalibilidad divina, de un poder sin grietas.
No es nuestro propósito ejercitarnos ociosamente en la lógica para entretenernos con esas paradojas que tanto divierten a los gandules agnósticos. Ahorraremos al lector la modesta perplejidad de pensar si Dios es capaz de crear un objeto tan pesado que él mismo no pueda levantar.
Sin embargo, la historia de la arena comienza con una distracción de un Dios omnipotente.
Las tradiciones islámicas dicen que, habiendo finalizado la creación, el Señor advirtió que faltaba la arena. Grave defecto, si bien se mira. Los hombres estarían privados de la deliciosa voluptuosidad que sienten al caminar junto a los mares. El fondo de los ríos sería siempre ríspido, los arquitectos carecerían de un material indispensable, los caminos no podrían suavizarse, las huellas de los enamorados serían invisibles.
Dispuesto a remediar su olvido, Dios envío al arcángel Gabriel con una enorme bolsa de arena a que la desparramara allí donde fuera necesario.
Pero el Enemigo trabaja siempre para estropear la obra divina. Mientras Gabriel volaba con su carga inconcebible, el diablo le agujereó la bolsa. Esto sucedió exactamente sobre la región que hoy es Arabia. Casi toda la arena se volcó en ese lugar, de modo tal que las nueve décimas partes del país quedaron convertidas para siempre en un desierto de arena.
Advertido de esta catástrofe, Dios resolvió ofrecer a los árabes algunos dones compensatorios.
Les dio un cielo lleno de estrellas como no hay otro, para que miraran siempre hacia lo alto.
Les dio el turbante, que bajo el sol del desierto es mucho más valioso que una corona.
Les dio la tienda, que es mejor que un palacio.
Les dio la espada. Les dio el camello. Les dio el caballo.
Y les dio algo más precioso que todas las otras cosas juntas: la palabra, el oro de los Arabes.
Otros pueblos modelan en la piedra o los metales. Los árabes modelan en el verbo.
El poeta ( el chair ) es sacerdote, juez, médico, jefe. El poeta es poderoso: puede traer alegría, tristeza, encono. Puede desencadenar la venganza y la guerra. Puede matar con la palabra.
Los errores de Dios, como los de los grandes artistas, como los de los verdaderos enamorados, desencadenan tantas reparaciones felices que cabe desearlos.
HISTORIA DE LA MANZANA MARAVILLOSA
Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra.
No es posible dar la vuelta a esa manzana.
Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por más que haya observado el método riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha.
Muchos investigadores han intentado la experiencia formando grupos numerosos. Los resultados han sido desalentadores. A veces sucede que el paseante sigue en la misma calle aún después de doblar una esquina.
En 1957, un grupo de exploradores franceses desembocó inexplicablemente en la estación de Villa Urquiza.
Urbanistas catalanes probaron suerte formando dos equipos y partiendo cada uno en dirección opuesta. En cualquier manzana de la ciudad es fatal que los grupos se encuentren en la mitad del recorrido. Pero en este lugar no sucede tal cosa y hasta se han dado casos en que un equipo alcanza al otro por detrás.
Los más pertinaces han realizado excursiones a través de los fondos de las casas, con el resultado de aparecer siempre dejando a sus espaldas calles que no habían cruzado jamás.
En estas experiencias se descubrió que muchos vecinos son incapaces de indicar en qué calle viven. Asimismo existen casas que no dan a ninguna calle. Sus habitantes se alimentan de sus propios cultivos o de lo que generosamente les pasan por sobre las medianeras.
Los taxistas afirman que ningún camino conduce a la esquina de Ávalos y Cádiz y que por lo tanto es imposible llegar a ese lugar.
En realidad, conviene no acercarse nunca a Parque Chas.
CHARLA FERIA DEL LIBRO 2000
El hombre es una perpetua víspera. Es lo que es, pero también lo que todavía no es. Vive inclinado hacia el futuro. Vive deseando y es él mismo su deseo.
El hombre se va a morir, pero tiene apetito de eternidad. El hombre es mortal y es esa tragedia la que lo hace libre, la que lo convierte en constante posibilidad. Posibilidad de caída o de salvación. El hombre se va a morir y por eso ama, y por eso escribe poemas.
Y tal vez el poetizar no sea más que un juicio sobre el carácter mortal del hombre. La poesía revela nuestra condición fundamental y esa condición es trágica.
Sin embargo, no debe pensarse que la poesía es una experiencia que luego va a ser traducida en palabras adecuadas. En verdad, las palabras mismas son la experiencia. La poesía es nombrar lo que no existía. Y ahora va a existir sólo por haber sido nombrado.
La charla de hoy se refiere a algunos aspectos de la experiencia poética, particularmente a la inspiración. Muchos artistas sienten que en el momento de la expresión alguien les canta en el oído. Oyen voces intrusas que dictan palabras inesperadas. O mejor todavía, sienten que una fuerza que les es exterior, los impulsa a cumplir con los misteriosos trabajos del arte. Algunos llaman a estas fuerzas la musa, la diosa, el espíritu, el genio. Otros hablan de razonamiento, asociaciones de la inteligencia, casualidad, circunstancias sociales o inconsciente. Nuestro propósito es examinar estos asuntos y si tenemos suerte descubrir unas relaciones, unos modestos puentes, entre el amor, la musa y la muerte.
Para los antiguos, el artista era apenas un instrumento de la diosa. La inteligencia, la destreza, el rigor de los aprendizajes, de poco servían sin la intervención de las musas. Por eso al comienzo de cada canto pedían explícitamente una ayuda sobrenatural invocando a la diosa:
canta diosa,
la venganza fatal
de Aquiles de Peleo.
Conforme al mito griego, las musas son hijas de Zeus y de Mnemosine, es decir, la memoria. (anoten este dato porque es una clave).
Zeus se unió a ella en Pieria durante nueve noches seguidas. Al cabo de un año, Mnemosine dio a luz a sus nueve hijas. Las musas son las cantoras divinas, cuyos coros e himnos deleitan a los dioses. Pero, principalmente, presiden el pensamiento en todas sus formas. Ellas dictan a los reyes palabras convincentes para aplacar las riñas y restablecer la paz y, por supuesto, inspiran a los poetas y les señalan los procedimientos artísticos más adecuados.
Desde la época clásica, se impone la cifra de nueve, admitiéndose generalmente la lista que sigue: Calíope, la primera de todas, en dignidad. Y después: Clío, Polimnia, Euterpe, Terpsícore, Erato, Melpómene, Talía y Urania.
Paulatinamente a cada una se le fue asignando una función determinada. A Calíope se le atribuye la poesía épica; a Clío, la historia; a Polimnia, la pantomima; a Euterpe, la flauta; a Terpsícore, la poesía ligera y la danza; a Erato, la lírica coral; a Melpómene, la tragedia; a Talía, la comedia; a Urania, la astronomía.
Las musas no tienen ciclo legendario propio. Son únicamente personificación de conceptos abstractos. Sin embargo, una investigación personal me permite contar hoy los siguientes datos, que deben ser tomados como chismes de conventillo.
1) Viven en el monte Helicón, aunque algunos dicen que Apolo las trasladó luego a Delfos. En el Helicón, el caballo Pegaso, aquel tordillo que volaba, creó la fuente de Hipocrene golpeando su casco en la tierra. Alrededor de esa fuente cantaban las musas y se dice que aquellas aguas facilitaban la inspiración poética.
2) Cuando chicas, tuvieron una nodriza, llamada Eufeme. Esta nodriza tenía un hijo, que era un centauro llamado Croto, que se crió junto a las musas. Cazaba y vivía familiarmente con sus hermanas de leche; y para mostrarles su admiración inventó los aplausos.
3) En la vecindad vivían las Cárites, también conocidas como las tres gracias, que son divinidades de la belleza que desparraman alegría. Forman coros con las musas y son tres muchachas desnudas que ejercen toda clase de influencias sobre los trabajos del espíritu y las obras de arte.
4) En el mismo barrio del Helicón vive el genio Hímero, que es la personificación del deseo amoroso.
5) Se sabe que las musas asistieron a la boda de Cadmo y Harmonía y a la de Peleo y Tetis.
6) Fueron jurado en el duelo entre Marcias y Apolo.
7) Se dice que Calíope fue en realidad la madre de Orfeo. En cualquier caso, las musas enterraron a Orfeo en Lebietra, donde los ruiseñores cantan mejor que en ningún lugar del mundo.
8) Apolo tuvo aventuras con Talía, con quien engendró a los Coribantes, unos demonios del cortejo de Dionisio. Urania también anduvo con el dios.
9) Son las verdaderas autoras del famoso enigma de la fuente de Tebas.
10) Compitieron con las sirenas y las derrotaron. Fue allí donde las sirenas perdieron sus alas: las musas se hicieron coronas con las plumas.
11) También compitieron con el músico Támiris, que había pedido en caso de resultar vencedor, unirse sucesivamente a todas ellas. Las musas lo derrotaron y para castigarlo le quitaron primero la vista, después el canto y por fin le hicieron olvidar el arte de pulsar las cuerdas.
12) Pero la competencia más ardua fue contra las Piérides, que también eran nueve doncellas cantoras. Una vez vencidas, las musas las transformaron en aves para castigarlas. Según se dice, el propio monte Helicón, al oír el canto de las musas, arrebatado de placer, se levantó hasta el cielo, hasta que por orden de Posidón, Pegaso puso fin a este crecimiento golpeando su casco en la cumbre.
13) Algunos dicen que las musas eran sólo tres y que esta tríada correspondía a la diosa trípode de la Europa matriarcal, la diosa que simbolizaba a la mujer en sus tres fases: la virgen, la madre, la hechicera. (Y anoten esta segunda clave).
En el ocaso del paganismo y en la antigua poesía cristiana, el rechazo de la musa se convirtió en un tópico poético. Empiezan a aparecer intentos de encontrarle sustituto. Juvenco, el más antiguo de los poetas épicos cristianos, pide ayuda al Espíritu Santo y le ruega que lo rocíe con las aguas del Jordán, las cuales vienen a sustituir aquí a las fuentes de las musas. Tibulo, la sustituye por la invocación a un amigo, Propercio invoca a su amada, Ovidio llama a su musa Jocosa y ya en época de los césares, la invocación del emperador llegó a suplantar la invocación de las musas, como ocurre por primera vez en Virgilio.
Comienza además el auge del evemerismo. Evemero es un pensador helenista que impuso la desagradable costumbre de suavizar los mitos que parecían demasiado inverosímiles, intentando contemporizarlos con la realidad: Urano era en realidad un rey al que todos respetaban; los dioses todos eran héroes divinizados; el diluvio, una tremenda inundación en Medio Oriente; etc. La patrística utilizó el evemerismo para hacer inofensivas a las musas transformándolas en conceptos de la teoría musical.
Dante, con la libertad única de un alma grande y solitaria, se atreve a dar cabida en los Campos Elíseos a los poetas y héroes de la antigüedad. Y siguiendo el uso clásico, invoca a las musas en todos los momentos decisivos.
Bocaccio y Petrarca insisten con las sustituciones. Tasso repudia la musa antigua y rechaza los laureles del Helicón. En la Inglaterra de Isabel, Edmund Spencer invoca a las musas sin prejuicio alguno, pero en el siglo siguiente aparece la musa protestante de Milton, la musa celestial, la que inspiró a Moisés en el Sinaí.
En el siglo de las luces, los autores utilizan la ironía. Christoph Wieland presenta a las musas en el Oberon y les ordena primero que ensillen el hipógrifo y después que se sienten en un sofá a referir con calma los acontecimientos. En 1754 Thomas Gray escribió una obra pindárica sobre el progreso de la poesía y allí trata de salvar a las musas trasladándolas a las regiones árticas o al trópico. La musa francesa era también el nombre de la revista mensual publicada en París, en la que colaboraban Víctor Hugo, Emile Deschamps y Alfred de Vigny. Pero en ese tiempo ya nadie creía en las musas.
La verdad es que el pensamiento moderno ha construido un panteón de divinidades abstractas. El lugar de Dios, o el lugar de los dioses, es ocupado por ideas tales como la clase, la raza, la herencia, el inconsciente.
Son ideas interesantes, pero insuficientes para explicar cómo se transforman en palabras. Sabemos que las circunstancias económicas influyen en la poesía, pero no podemos decir de qué manera se vuelven poesía. El psicoanálisis declara que la creación poética es una sublimación. Algunos preguntan por qué en algunos casos esa sublimación se vuelve poema y en otros no.
Freud confiesa su ignorancia y habla de una misteriosa facultad artística. La diferencia entre las palabras del poeta y las del simple neurótico podría establecerse recurriendo a una clasificación de los subconcientes: uno sería el del común de los mortales y otro el de los artistas.
Algunos deterministas sostienen que a falta de musa, el artista es el inevitable resultado de las circunstancias sociales, económicas y políticas. Es decir, que examinadas las condiciones de una región en un momento histórico determinado, es posible conjeturar qué clase de obras se acuñarán allí. Me permito repetir un argumento que ustedes habrán oído muchas veces en el programa.
Al oír Borges que la vida pastoril, típica de la pampa, había producido el Martín Fierro, objetó con justicia que esa misma vida pastoril había sido típica de muchas regiones de América, desde Montana y Oregón hasta Chile, pese a lo cual estos territorios se habían abstenido enérgicamente de redactar El gaucho Martín Fierro.
Ciertamente, lo social y lo económico influyen en el arte. Pero es imposible saber de qué modo.
La gran excepción a los criterios antedichos son los surrealistas. Ellos utilizaron la inspiración como un arma y la transformaron en idea y en teoría. Para el surrealismo, dentro de cada uno de nosotros hay muchas voces. Nada de sujeto y objeto, la inspiración es el centro del mundo. Es algo que nos asalta apenas la conciencia se descuida. André Bretón se burlaba de aquellos que veían en toda obra humana un fruto de la voluntad y mostró los innumerables casos en que la casualidad interviene en los descubrimientos.
En respuesta al individualismo y al racionalismo que los precedieron, los surrealistas acentuaron el carácter inconsciente, involuntario y colectivo de toda creación. Lo poético reside en los elementos inconscientes que sin quererlo el poeta se revelan en su poema.
Ahora bien, es cierto que esta revelación del inconsciente no es voluntaria. Pero abandonarse al inconsciente sí exige un acto voluntario: el tipo decide abandonarse al inconsciente. Es una pasividad que se apoya en una actividad.
Bretón siempre tuvo presente esta insuficiencia de la explicación psicológica y, aunque admiraba a Freud, insistió en que la inspiración era un fenómeno inexplicable para el psicoanálisis.
Conforme se avance en la historia, se tiene la sensación de que no solamente se ha dejado de creer en las musas del Helicón sino que también se ha ido abandonando la idea de cualquier voz ajena al poeta. Más aún, el fenómeno de la inspiración parece no interesar demasiado a quienes analizan los procedimientos artísticos.
Sin embargo, si uno mira con atención puede advertir no sólo a las nueve hermanas de los mitos griegos sino también a otras hermanitas nuevas, musas modernas cuyas voces son ciertamente imperativas. Las presentaré inmediatamente.
Los griegos solían hablar de la musa que proporcionaba dinero. Era la de los poetas de alquiler, como Simónides de Julis en Seos, que componía himnos a todos los vencedores.
Esa musa existe hoy en día y dicta versos vulgares en el oído de los artistas que están a sueldo de la industria y del mundo del espectáculo. Muy a menudo la diosa asume forma humana de gerente artístico y sopla recomendaciones que ayudan a preservar la pureza incorruptible del mal gusto, que es indispensable en ese Helicón invertido que suelen ser los medios masivos de comunicación.
Cuenta Virgilio que Fama, es decir la voz pública, fue engendrada por la Tierra. Está dotada de numerosos ojos y bocas y viaja volando con grandísima rapidez. Ovidio imagina que esta divinidad habita en el centro del mundo y su morada es un palacio sonoro, con mil aberturas por las que penetran todas las voces. Este palacio, enteramente de bronce, está siempre abierto y devuelve amplificadas las palabras que llegan hasta él.
Fama vive rodeada de la Credulidad, el Error, la Falsa Alegría, el Terror, la Sedición y los Falsos Rumores. Y desde su alcázar vigila al mundo entero.
Otra musa de nuestro tiempo es la musa del tópico, del lugar común, la diosa de la comodidad artística.
Uno de los procedimientos característicos del arte refinado consiste en crear dificultades para luego superarlas. El manierismo y el barroco han llevado esta idea hasta lo exasperante.
En la novela Robinson Crusoe, está siempre presente el alarde de resolver las necesidades del náufrago a partir de la modesta dotación de una isla desierta. El ingenio del autor resuelve cada uno de los problemas casi siempre de modos inesperados. Sin embargo, a veces, Defoe, hace trampa.
No lejos de la isla han quedado los restos del barco, y cuando se necesita algún objeto demasiado específico, pongamos por caso un catalejo, Robinson nada hasta el barco y lo trae. Aquí anduvo la diosa cómoda. El que nada hasta el barco no es Robinson Crusoe sino el autor de la novela. Y hay que decir que los poetas perezosos siempre tienen a mano un barco hacia el cual nadar cuando las palmeras de sus islas desiertas no fructifican en catalejos.
Musa inútil, la copia. Sin embargo, copiar algo, aunque se trate de una copia exacta, y especialmente cuando es una copia exacta, produce unos efectos curiosos. La falsificación de un cuadro impresionista es en verdad una obra hiperrealista.
Y en cualquier copia existe la pretensión de ofrecer un signo que se haga olvidar como tal: el signo aspira a ser la cosa, no la imagen de la cosa, sino la cosa.
A lo largo de la historia, el Estado ha aparecido muchas veces vistiendo la ropa de la diosa.
La verdad es que el poder político puede canalizar, utilizar y hasta impulsar una corriente artística. Lo que no puede es crearla. Y allí donde el estado ha intervenido para edificar una estética oficial, el verdadero arte languidece.
Sin embargo, muchos pensadores han apreciado el arte sólo por los servicios que podía prestar al Estado. Tal el caso de Confucio o de Platón, que en “Las leyes” prohibe todo arte que no sea útil a la república. Hoy en día, muchos progresistas del mundo entero exigen que la creación artística sea socialmente útil, como aquellos nihilistas que llegaron a proclamar que un par de botas era más útil que todo Shakespeare.
Voy a citar ahora dos casos de intromisión del Estado en la poesía que ocurren en el mismo país y cuya cabeza visible es una mujer, como conviene a esta charla.
La dinastía Tang gobernó el imperio de la China entre el 618 y el 906. Parece que el buen gobierno de los Tang se debió más a las instituciones ideadas para regir el imperio que a la personalidad de los emperadores. La concepción de la llamada “Carrera abierta de los talentos” fue una invención china.
Los Tang ampliaron el sistema de exámenes que existía para evaluar a los funcionarios. Hasta ese momento era indispensable la erudición. Después se agregó otra exigencia: el ejercicio de la poesía. Una emperatriz llamada Wu estableció que la poesía fuera un requisito esencial para ingresar a la administración pública y para ascender en la misma.
Wu fue muy elogiada por permitir el ascenso social de hombres de condición humilde pero de gran talento. Debe decirse que este ascenso social llegó en algunos casos hasta la misma cama de la emperatriz, donde solían solazarse algunos poetas. Se tenía en tal estima a la literatura durante aquella dinastía, que el gobierno se veía obligado a dar empleo a todos los que tuvieran talento literario.
Por esos tiempos había una distinción entre la literatura práctica llamada pi y la composición estrictamente literaria llamada Wen, que estaba en relación con la expresión agradable. Así, por ejemplo, las obras de Confucio eran pi. A pesar de las protestas de algunos funcionarios importantes, el estilo wen se puso de moda, con lo que se oscurecía el significado de los textos administrativos.
La frase “Prohibido estacionar durante las 24 Hs.” Podía escribirse así en estilo wen:
Que nada se detenga nunca.
Las horas, los vientos, las pasiones
no estarán mañana donde están hoy.
El viajero vuelve al aposento
donde quedó su amada
pero su amada ya se ha ido
y el aposento también.
Veamos otra ordenanza municipal: Prohibido escupir en el suelo Pasémosla al estilo wen:
De los portones del alma,
de la morada del beso
del manantial del lenguaje
absténganse de salir
ofensas líquidas
a la dignidad horizontal
que nos sostiene,
manga de chanchos.
Wu fue una verdadera musa inspiradora para un ejército de burócratas que poetizaban. Más de mil años después, otra musa apareció en la China.
En 1965 Mao Tsé Tung concibió la idea de lo que se llamó la revolución cultural.
En ese momento, China estaba gobernada por un triunvirato: el propio Mao, el jefe de estado Liu Shao-chi y el jefe del ejército Lin Piao.
Mao decidió abordar indirectamente la nueva obra y empujó hacia el centro de la escena a su esposa, la actriz cinematográfica Chiang Ching. Se habían casado en 1939. Ella había actuado en Shangai durante los años treinta, utilizando el nombre profesional de Lang Ting. Durante los primeros veinte años de su matrimonio Chiang Ching se mantuvo en un plano muy secundario. Pero de pronto se convirtió en el centro de un grupo de intelectuales descontentos, escritores fracasados, actores de segundo orden, y en general, de un grupo que deseaba ejercer el dominio de las artes y radicalizarlas.
Chiang Ching tuvo su oportunidad cuando Mao le permitió organizar el festival de la ópera de Pekín acerca de temas contemporáneos en el gran salón del pueblo. Eran 37 óperas nuevas, casi todas sobre la revolución, representadas por 28 compañías proletarias provenientes de 19 provincias. Lo que es todavía más sorprendente, Mao le permitió pronunciar un discurso, el primero a cargo de una mujer desde que él había tomado el poder. Chiang Ching arremetió contra el teatro clásico Chino, dominado por los antiguos temas de héroes, heroínas, emperadores, príncipes, eruditos y, sobre todo, espectros y demonios.
Recomendó la representación universal de ciertas óperas modelo, por ejemplo una que se llamaba Incursión sobre el regimiento del tigre blanco y captura de la montaña del tigre mediante la estrategia. Todo esto molestó al alcalde de Pekín, el mandarín y erudito Peng Chen, que se negó de plano a seguir las instrucciones de Chiang Ching.
La señora juró venganza. Se instaló junto a Mao en Shangai. Peng Chen, el mandarín, fue despedido y ella fue designada asesora cultural de todas las fuerzas militares. El 20 de marzo de 1966, Mao convocó a la juventud iletrada. Chiang Ching se convirtió en el espíritu rector de un grupo de activistas y fue designada especialmente por Mao para encabezar la revolución cultural.
Los primeros guardias rojos aparecieron a fines de mayo. Pertenecían a la enseñanza secundaria. Tenían de 12 a 14 años. Pronto se les unieron otros, que desataron una revolución contra los intelectuales, contra los que admiraban lo extranjero, contra los maestros y contra todos aquellos que según ellos eran contrarrevolucionarios.
Empezaron los famosos carteles de caracteres grandes, donde se leían amenazas. Las pandillas recorrían las calles y cortaban el pelo a las muchachas que usaban trenzas, a los varones que usaban pantalones de estilo extranjero se los destrozaban. Se organizaron fogatas callejeras con los artículos prohibidos, que incluían naipes, juegos de ajedrez, discos de jazz y una amplia gama de objetos de arte. Las bibliotecas fueron saqueadas y clausuradas. Entre tanto, Chiang Ching se había dedicado a gobernar el mundo de la cultura y a hablar en mitines de masa, en los cuales denunciaba al capitalismo, el jazz, el rock and roll, el impresionismo, el arte abstracto, etc. Aprovechó para saldar cuentas pendientes con el mundo del teatro y el cine de los años treinta. En una ocasión llevó a todos sus enemigos, incluido en antiguo alcalde de Pekín, al estadio de los trabajadores con pesados carteles de madera colgados del cuello.
Las pandillas de Chiang Ching se apoderaron de la televisión, los diarios y las revistas. Confiscaron todas las películas existentes y las presentaron corregidas. Chiang Ching asistía a los ensayos de la orquesta filarmónica central y zarandeaba al director Li Te Lung. En el ballet, prohibió los dedos de orquídeas y las palmas vueltas hacia arriba, y en cambio favoreció los puños cerrados y los movimientos violentos para demostrar el odio a la clase terrateniente.
Después de prohibir prácticamente todas las formas de expresión artística, Ching Ching se esforzó con desesperación por llenar el vacío, pero no fue posible producir gran cosa: dos obras orquestales, cuatro óperas y dos ballet. Tampoco pudieron producirse muchas películas. Ching Ching decía que había sabotaje. A fines del verano de 1967, Mao ordenó a Ching Ching que suspendiese toda la actividad. En el otoño Mao retiró todo el apoyo oficial a la revolución cultural y utilizó al ejército popular de liberación para restablecer el orden. Chiang Ching, la musa de la revolución cultural, fue perdiendo poder.
En 1973 ya no vivían juntos. Poco antes de su muerte, Mao recibió un informe acerca del sistema educativo por parte del presidente de la universidad Qinghua, que había sido purgado por Chiang Ching y después rehabilitado. Mao le dijo que hablara sólo tres minutos.
Recibió esta sombría respuesta “Treinta segundos bastarán. Los alumnos universitarios estudian los textos de los alumnos secundarios y su nivel académico es el de las escuelas primarias”.
Mao falleció el 9 de septiembre de 1976. Los enemigos de Chiang Ching querían cortarla en 10 mil pedazos. Fue juzgada en 1981 y condenada a muerte. Dicen que durante el juicio llegó a desnudarse.
Antes de nombrar a la última de las musas quisiera referirme a la poesía provenzal.
En el siglo XII surge en Occitania, en el sur de Francia, en el país de la lengua de oc, la poesía provenzal, es decir la poesía lírica y también la idea del amor como forma de vida. Aquellos trovadores, aquellos poetas, hicieron aparecer el amor cortés. Señalemos que en esa época se había verificado un cambio en la condición femenina.
Las muchachas de la nobleza gozaban de cierta libertad. Y en un mundo donde el matrimonio no estaba fundado en el amor sino en intereses políticos y económicos, y siendo que las frecuentes guerras obligaban a los señores a ausentarse durante años, es probable que la infidelidad fuera cosa muy frecuente.
En Alemania existía la institución de la frauendienst, que consistía en el culto de la mujer. La meta del caballero era demostrar su virilidad y su valor mediante actos de audacia, cuyo último objetivo era servir de homenaje a una sola mujer. Este favor caballeresco se cumplía siempre en beneficio de mujeres casadas. Las tradiciones de la caballería francesa eran muy similares. Todo lo que el caballero hacía, ya se tratase de escribir un poema o de intervenir en una cruzada, lo hacía en nombre de su dama.
Era mucho lo que el caballero aceptado podía hacer para honor y entretenimiento de su dama.
Si sabía escribir versos, elogiaba los encantos y las virtudes de su ideal... los ponía por las nubes, y aún más alto. He aquí un breve muestrario de las encantadoras comparaciones que los caballeros del amor utilizaban para dirigirse a la dama elegida:
“Oh, Estrella de la Mañana, Capullo de Mayo, Rocío de las Lilas, Hierba del Paraíso, Racimo de Otoño, Jardín de Especias, Atalaya de Alegrías, Delicia Estival, Fuente de Felicidad, Foresta Florida, Nido de Amor del Corazón, Valle de Placeres, Reparadora Fuente de Amor, Canción del Ruiseñor, Arpa del Alma, Pascua Florida, Perfume de Miel, Consolación Eterna, Peso de la Bienaventuranza, Prado Florido, Dulce Limosna, Cielo de los Ojos... etc.”
Consignemos algunas influencias artísticas y filosóficas: los árabes desde España, a través de formas poéticas populares, pero más aún a partir de la costumbre islámica, según la cual, invirtiendo la relación tradicional de los sexos, llamaban a la dama su señora y se confesaban sus sirvientes.
Pero la sociedad de Occitania era mucho más abierta que la hispano-musulmana y las mujeres gozaban de mucha mayor libertad. Y así este cambio fue una verdadera revolución, afectó las costumbres, cambió la visión del mundo. Vamos a explicarlo.
Como vasallo el amante sirve a su amada. El servicio tiene varias etapas: comienza con la contemplación del cuerpo y el rostro de la amada y sigue conforme a un ritual, con poemas escritos en su honor, con pruebas de amor de cumplimiento casi imposible, etc. El último paso es el goce carnal.
Sin embargo, en una época tardía aparecieron los poetas profesionales y ya no fue un señor el que se fingía vasallo, sino un verdadero vasallo el que escribía poemas, ya que los poetas pertenecían casi siempre a un rango inferior al de las damas para las que componían las canciones.
Ahora bien, la dama era en estos casos inspiradora de los poemas y al mismo tiempo temática central de ellos y objeto de la dedicatoria. Vale decir que era musa que dictaba el poema, pero luego lo recibía a modo de homenaje u ofrenda. El poeta era la flecha, la dama era el arco y el blanco. (Y esta es otra señal).
Los tres grados del servicio amoroso eran pretendiente, suplicante y aceptado. La dama, al aceptar al amante lo besaba y con eso terminaba el servicio. Pero había un cuatro grado: el de amante carnal.
Otra influencia interesante es la influencia platónica que, según se ha dicho, considera al amor como un camino a la divinidad.
Los provenzales trabajaron la idea de que el amor era una iniciación, lo cual indicaba que también era una prueba. Así, antes de la consumación física, había una etapa intermedia que se llamaba assag o assai y que era la prueba de amor.
El assai comprendía a su vez varios grados: asistir al levantarse o acostarse de la dama; contemplarla desnuda y finalmente penetrar en su lecho y entregarse a diversas caricias sin llegar al final.
Los poetas provenzales hablaban siempre de una misteriosa exaltación que llamaban joi y que era la más alta recompensa del amor. Se trataba de un estado de felicidad indefinible. Algo así como el goce de la posesión carnal, refinado por la espera y la mesura. Una estética de los sentidos. Sólo la poesía podía aludir a ese sentimiento.
A aquella misma época pertenecen las famosas cortes de amor y las demenciales aventuras de caballeros andantes como el caballero Ulrich Von Lichtenstein, que en honor a su dama rompió 307 lanzas vestido con ropas femeninas. O el caballero Balaum, que tuvo que arrancarse el meñique. Después de oír estas historias es más fácil comprender la famosa balada de Schiller sobre el guante que la dama arroja a los leones. El caballero acepta rescatarlo, pero con él cruza la cara de la cruel mujer.
Al margen de estas exigencias femeninas hijas del aburrimiento, el legado provenzal fue considerable. Formas poéticas e ideas sobre el amor, que influyeron en Dante, Petrarca y sus sucesores, hasta los poetas surrealistas del siglo XX, sin olvidar las canciones, las películas y los mitos populares. La mujer mantiene en esta tradición una superioridad en el dominio del amor y una jerarquía de musa en la inspiración de los poetas.
Contaré, si ustedes me permiten, la historia de un trovador provenzal que es verdaderamente ejemplar.
En la corte de Leonor de Aquitania, había un trovador que gozaba de gran fama. Las damas y las doncellas no se cansaban de escucharlo.
El trovador se llamaba Jaufré Rudel. Era un tipo solitario que soñaba con un amor ideal y aguardaba a la que supiera inspirarlo.
Por aquellos años, a principios del siglo XII los cruzados que volvían de Jerusalén relataban las peripecias de sus viajes. No sólo se referían a episodios de guerra, sino también a la ardiente belleza de las mujeres orientales y también a las hermosas francas nacidas en Tierra Santa, donde no pocos cruzados se habían casado con armenias o levantinas.
Jaufré Rudel escuchaba. Pronto los viajeros comenzaron a referirse a una misma mujer, una cuyo esplendor superaba al de todas las demás.
La muchacha se llamaba Melisenda de Trípoli, era hija de Raimundo de Trípoli. Era de talle fino y formas perfectas, cutis claro y cabellera negra como el azabache. Vivía en un suntuoso palacio a orillas del mediterráneo, precisamente en la ciudad de Trípoli.
Jaufré Rudel se enamoró de Melisenda, aunque no la había visto nunca. Esperaba ansioso que llegaran más relatos de los cruzados. Las damas y doncellas de la corte le parecían insignificantes comparadas con la lejana belleza que describían los aventureros.
A partir de entonces, Melisenda fue su musa. Escribía sus versos pensando en ella. Pasaron algunos años y Rudel pensó en declararle sus sentimientos. Pero su salud era precaria y no tenía dinero. Como no escribía más que para Melisenda, tuvo la idea de confiar sus escritos a los caballeros que partían hacia tierra santa, para ver si alguno podía entregárselos a su amada. Pero el tiempo pasaba y Rudel no obtenía respuesta alguna.
Desesperado, decidió partir, su salud declinaba y quería encontrarse con Melisenda antes de morir. Empezó a economizar, moneda tras moneda, para pagar su viaje a bordo de una nave. Cuando finalmente reunió la suma necesaria, partió y llegó a Trípoli sumamente enfermo después de una travesía terrible. Tambaleando quiso ir al castillo donde vivía Melisenda. Golpeó la puerta y solicitó ver a la muchacha. Los guardias lo echaron a patadas. Es que Jaufré Rudel parecía un pordiosero.
El trovador insistió. Regresó al otro día y los días siguientes. Por fin, cuando Melisenda advirtió su presencia, lo hizo ingresar de inmediato. Es que habían llegado hasta ella las canciones de Rudel a través de otros viajeros. Melisenda estaba enterada de la existencia de aquel hombre que le expresaba su amor desde hacía tantos años y quería conocerlo.
Jaufré tembló de emoción cuando fueron a buscarlo. Delgado y pálido, apenas caminaba. Lo hicieron entrar en el gran salón. Frente a él estaba Melisenda. Jaufré avanzó lentamente, se arrodilló frente a ella y no pudo hacer nada. Sólo permaneció mirándola durante largo tiempo. La muchacha se inclinó y besó largamente a Rudel en la boca.
Lamentablemente aquí termina la historia. Apenas se separó de la doncella, Jaufré Rudel cayó muerto. Tenía 50 años de edad. Nada más se sabe de Melisenda de Trípoli. Esto ocurrió hace más de 800 años. Las más bellas canciones de Jaufré Rudel, las que escribió para su princesa lejana eternizaron su amor e hicieron de él no de los más grandes poetas de la Edad Media.
Melisenda fue una verdadera musa. Pero hay damas que no son tan eficaces, o hay poetas que usted no los inspira ni tirándole a las nueve musas encima. Tal fue el caso de Cecco Angioleri, el enemigo del Dante.
Cecco Angioleri era un poeta nacido en Siena en 1265, el mismo año en que nacía Dante en Florencia. Cecco estaba enamorado de Becchina, la hija de un zapatero, que era hermosísima. La primera vez que oyó los cantos que Dante había escrito a Beatrice de Portinari, Cecco dijo al zapatero que eran malos versos. Becchina le dijo entonces:
-Te burlas de ese Dante, pero seguramente no sabrías escribir en mi honor unos versos parecidos-. Cecco Angioleri lo tomó como un desafío.
Compuso un soneto en loa a Becchina, que no sabía leerlo y que se reía a carcajadas cuando él lo recitaba.
Lo que escribía Angioleri procedía de la literatura goliárdica, un género literario en latín vulgar que practicaban los clérigos errantes y los estudiantes díscolos de toda Europa. Los argumentos estaban relacionados con el vino, los amores ilícitos, los juegos de azar y las fiestas.
Cecco Angioleri compuso 150 sonetos dedicados a Becchina, pero la muchacha no le dio bolilla. La casaron con un vendedor de aceite.
Las bodas se hicieron a comienzos de 1295. Dicen que Cecco imitó el dolor de Dante, pero Becchina no murió. Trató de seducirla y en una ausencia del aceitero, ella le dio un beso en la boca, pero después lo despidió para siempre.
Cecco Angioleri compuso versos inflamados y sintió odio. Amenazó suicidarse en la puerta de Becchina. Lo sacaron a patadas. Se recluyó en una abadía pero fue peor. Se ensañó luego con Alighieri y le envió unos versos injuriosos. Al fin se fue a luchar junto a los güelfos negros. Solamente porque Dante Alighieri era partidario de los güelfos blancos.
Cuando murió su padre heredó una fortuna y se presentaba ante todos como Cecco Angioleri, de noble linaje, señor de Arccidoso y de Montegiovi, más rico que Dante y mejor poeta.
Mientras tanto, en Escandinavia también florecían unas ideas míticas sobre la revelación poética, que son tal vez las que más me gustan.
Entre los vikings, los asuntos de la poesía y del conocimiento estaban en manos de Odín. Ya lo conocemos a nuestro amigo del Asgard. Está sentado en su trono de mil resplandores, lleva una capa azul. Una lanza enorme, Gungir, aparece apoyada junto al trono. A sus pies descansan dos lobos, Gerin, el ávido y Freki, el voraz. Ristra y Mistra, dos hermosísimas walquirias, están pendientes del gran dios para llevarle el delicioso elixir de la eterna juventud. Dos cuervos, Hugin, es decir reflexión, y Munin, o sea la memoria, se paran en los hombros del dios y le cuentan todo lo que han visto en sus desplazamientos por los distintos mundos.
Odín poseía el saber primordial de los remotos fundamentos de las cosas. Pero sentía la invencible necesidad de ser cada vez más sabio. En una ocasión, llegó hasta Jötunheim, el país de los gigantes, donde se hallaba la fuente de Mimir, que era la fuente de la sabiduría. Odín pidió al gigante Mimir que lo dejara beber un sorbo. Allí supo que para tomar aquellas aguas había que sacrificar un ojo. Odín no vaciló: cualquier precio está bien pagado por el conocimiento.
Un día, los cuervos de Odín, que lo vigilaban todo, le contaron un episodio interesantísimo. Los enanos Fiallar y Giallar tenían un frasco de hidromiel divina al que habían añadido la sangre de Odhr, señor de toda inspiración. Esta sangre otorgó a la bebida un poder inimaginable. Los enanos le dieron el nombre de Odhraeir. Bastaba beber un pequeño sorbo para que uno quedase convertido en sabio poeta. Los enanos andaban diciendo que el pobre Odhr había muerto por exceso de inspiración.
Los enanos eran taimados y maliciosos. En cierta ocasión causaron la muerte del gigante Gilling y de su esposa. Pero esta pareja tenía un sobrino llamado Suttung, el ruidoso, que para tomar venganza apresó a los enanos y los dejó en una roca desierta en medio del mar. Ante la posibilidad de morir de hambre, los enanos prometieron a Suttung que si los sacaba de allí le entregarían un odre lleno de la hidromiel Odhraeir. Suttung aceptó y recibió el valioso odre. Después lo escondió en un monte del país de los gigantes y encargó a su hija Gunnlod la custodia de aquel tesoro.
Todo esto le contaron los cuervos a Odín. El dios marchó al país de los gigantes y después de fracasar tratando de convencer a Suttung y a toda la parentela, pasó tres días y tres noches en placentera unión con la joven Gunnlod. Terminados aquellos menesteres, Odín pidió tomar un sorbo de licor. La chica no pudo negarse y, según cuentan, los sorbos de Odín fueron tales que consumió todo el líquido de la inspiración. Después, adoptó forma de águila y salió volando. Desde entonces, Odín habla en verso.
Voy a abrir otra puerta en esta conversación, ya que estamos entre amigos. Pido permiso para hablar del amor. Y otra vez hay que empezar por los griegos.
Como ustedes saben, El banquete de Platón está compuesto por varios discursos sobre el amor, pronunciados por siete comensales. Aristófanes explica el mito del andrógino. Antes había tres sexos, el masculino, el femenino y el andrógino, compuesto por seres dobles. Estos últimos eran fuertes, inteligentes y amenazaban a los dioses. Para someterlos, Zeus decidió dividirlos. Desde entonces, las mitades separadas andan en busca de su mitad complementaria.
El mito despierta en nosotros resonancias profundas: somos seres incompletos, y el deseo amoroso es perpetuo deseo de completarnos.
Pero el centro del banquete es el discurso de Sócrates. El filósofo relata a sus oyentes una conversación que tuvo con una sacerdotisa extranjera, Diotima de Mantinea.
Diotima dice que Eros no es un dios ni un hombre, es un demonio. Lo define la preposición entre: en medio de esta y la otra cosa. Su misión es comunicar y unir a los seres vivos. Tal vez por esto lo confundimos con el viento y lo representamos con alas. Ha nacido de la unión de Poros, el recurso, y Penía, la pobreza. A su doble parentesco debe su condición de deseado y de deseante. Eros no es hermoso: desea la hermosura. El amor nace a la vista de la persona hermosa. El amor es una de las formas en que se manifiesta el deseo universal.
Pero Diotima previene a Sócrates: el amor no es simple. Su objeto tampoco es simple y cambia sin cesar. Todos los hombres desean lo mejor, comenzando por lo que no tienen. El deseo de belleza es también deseo de felicidad, y no de felicidad instantánea y perecedera, sino perenne. Diotima va más allá: si lo que amamos es la hermosura ¿por qué amarla sólo en un cuerpo y no en muchos? Y si la hermosura está en muchas formas y personas ¿por qué no amarla en ella misma? ¿por qué no ir más allá de las formas y amarla en ello que las hace hermosas: la idea?
Diotima ve al amor como una escala. Abajo, el amor a un cuerpo hermoso. Enseguida, a la hermosura de muchos cuerpos, después a la hermosura misma, más tarde al alma virtuosa, al fin, a la belleza incorpórea. La belleza, la verdad y el bien son tres y son uno. Aquel que ha seguido el camino de la iniciación amorosa en el orden correcto, percibirá súbitamente una hermosura eterna, incorruptible. El amor es el camino, el camino de la inmortalidad.
Hemos dicho que la experiencia poética es una revelación de nuestro ser. El amor también lo es. Hemos dicho que el hombre vive inclinado hacia el futuro. El amor es un ir al encuentro.
En la espera todo nuestro ser es un anhelar, un tenderse hacia algo que aún no está presente y que es una posibilidad que puede no producirse, la espera nos tiene en vilo, es decir, suspendidos, fuera de nosotros.
Pero si el amor es simultánea revelación del ser y de la nada, no es una revelación pasiva, sino algo en lo que nosotros participamos, algo que nosotros nos hacemos: el amor es creación del ser.
Algo más: el amor es también una escuela de desengaños, un camino en el que paulatinamente la realidad de la pasión se revela como una quimera, hasta que la muerte despierta al amante extraviado en sus sueños. (Y esta más que una clave es el argumento de Lo que me costó el amor de Laura).
Los petrarquistas creían que la belleza femenina era capaz de operar milagros. Ya para los platónicos, la contemplación de un cuerpo hermoso era el primer escalón del ascenso hacia la divinidad. Las historias míticas y reales sobre la hermosura y sus efectos son numerosísimas: la belleza sobrehumana de Psique, que asustaba a los pretendientes o de Quione, que se atrevió a competir con Artemis. Después de todo, fue por una opinión acerca de la belleza que comenzó la guerra de Troya. Y yo me atrevo a decir que no hay un estímulo poético mayor. Negar la fuerza de este fenómeno so pretexto de feminismo o espíritu libertario es una de las formas de ceguera espiritual más incomprensibles de nuestro tiempo. Negar la belleza como virtud para no ofender a quien no la posee es como desconocer el genio por cortesía con los zonzos. Cosas asombrosas que he visto en el mundo, primero, y sin duda ninguna, la belleza femenina.
Hemos presentado algunas musas nuevas: la musa del dinero, la musa del Estado, la musa de la comodidad, la musa de la copia.
Y ahora cabe preguntarse: ¿Qué musa inspira las charlas sobre la musa? Tal vez la misma Feria es también una musa industrial que apresura a los novelistas, que pone fecha cierta a las ocurrencias y que somete a la inteligencia a unas cadenas que la anulan y que se llaman plazos.
Yo debo decir que la musa inspiradora de esta charla es la que me acompaña siempre. Es una musa de infortunio, la misma que dictó Lo que me costó el amor de Laura. Esa obra carece probablemente de todo interés, pero la forma en que me fue revelada merece prevalecer sobre su mérito artístico. Mientras escribía las modestas canciones iba dibujando el melancólico mapa de mi futuro de desventura. La musa fue también hechicera y tuvo el don de la profecía. Pero para saber cuál es la última musa falta todavía un paso.
Hemos subrayado algunos pasajes de la charla porque tuvimos la sensación de que eran pequeñas claves. La primera era una clave freudiana. Decir que las musas son hijas de la memoria es situarlas dentro de nosotros mismos y ubicar la cantera de la inspiración en el patio de nuestras propias vivencias.
La segunda clave fue recordar que originalmente las musas eran sólo tres y que esta tríada simbolizaba a la mujer en sus tres fases: la virgen, la madre y la hechicera. Y aquí nos acercamos más a la figura de la última musa que queremos perfilar.
La tercera señal, la dieron los provenzales: para ellos la dama inspiraba los poemas, pero también era temática central de ellos y objeto de la dedicatoria. Vale decir que era musa que dictaba el poema pero luego lo recibía a modo de homenaje u ofrenda.
Y para Robert Graves y para nosotros, la musa secreta, la musa individual e intransferible de todo poeta, es la mujer amada. El poeta inspirado se conecta con la diosa sólo a través de una mujer en la que ella reside. Es que un poeta verdadero se enamora absolutamente y su amor sincero es para él la encarnación de la musa. Ella es la única que conoce y nos hace conocer la música buscada.
Pero hay más: encontrar a la mujer amada es también construirla. El objeto de nuestro amor es, al menos en parte, una creación nuestra. Amar es inventarse cada día. Creamos con nuestra imaginación a la musa que ha de venir a ayudarnos en nuestras creaciones. Y otra vez aparece esa extraña mezcla de lo propio y de lo ajeno que es el hombre. El hombre persiguiéndose a sí mismo, el hombre estirado hacia el gris porvenir que aún no es. La voz que viene de afuera viene también de adentro. El rasgo más individual de nuestro ser viene también de afuera. Y en el trascartón, esperando, dando a nuestra inspiración el tiempo exiguo de las payadas, está la muerte, que es la otra o la misma musa, la que estuvimos buscando toda la noche.
FRASES
"Aprendan a soñar los que se contentan con sacar la lotería......"
"Asombrar con gestos amorosos a una persona que nos rechaza es, ante todo, una grosería."
"Cada mujer que pasa frente a uno sin detenerse es una historia de amor que no se concretara nunca."
"Cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez"
"El amor depara dos máximas adversidades de opuesto signo: amar a quien no nos ama y ser amados por quien no podemos amar."
"El universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia. Uno no está en casi ninguna parte."
"Nadie debe confundir el amor con la dicha. Al contrario: a veces se piensa que amor y pena son una misma cosa."
"No se puede ser artista si no se ha perdido algo, los poemas de amor satisfecho aparecen como una compadrada de mercaderes afortunados."
"En el amor no existe el libre albedrío, nadie puede decidir de quién va a enamorarse."
"Hay para cada hombre una mujer, una sola, que reúne todas las virtudes que ese hombre sueña....Pero el destino ha decidido que nunca jamás se crucen los caminos de ningún hombre con la mujer que para él fue concebida."
"No hay mejor amor que el que nunca ha sido. Los romances que alcanzan a completarse conducen inevitablemente al desengaño, al encono o a la paciencia; los amores incompletos son siempre capullo, son siempre Pasión."
"Las aventuras verdaderamente grandes son aquellas que mejoran el alma de quien las vive"
domingo, 29 de abril de 2007
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