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martes, 1 de mayo de 2007

HOMENAJE A LÍBER SEREGNI EN LA UNIVERSIDAD

HOMENAJE A LÍBER SEREGNI
Privilegiado de la vida

Inolvidable discurso del General Líber Seregni en
el Paraninfo de la Universidad de la República:
Unir mil miedos para formar un solo coraje.

Señor rector de la Universidad de la República,
queridos integrantes de aquella generación del 83
que organiza este acto, amigos todos: Hace un
tiempo, cinco u ocho años, después de que había
abandonado la presidencia del Frente Amplio (FA),
me expresé con libertad y dije cosas que motivaron
críticas severas y hasta algún agravio de mis
propios amigos y compañeros. Recuerdo que en esos
días un compañero del piso sexto de la Cárcel
Central, un querido compañero, me dijo en casa:
"Mi general, el grave error de su vida es no
haberse muerto". Esta frase que puede ser brutal
era hasta cierto punto comprensible. Él me dijo:
"Si usted se hubiese muerto serían nada más ahora
que largos homenajes, pero usted siguió viviendo,
y habla y molesta a la gente ( )". Mañana, mañana
lo voy a llamar a este compañero y le voy a decir:
"Mira, compañero, no estuve tan errado en seguir
viviendo". Los hechos de hoy, esta jornada, me lo
demuestran. Cierto, cierto es que yo anuncié mi
retiro de la vida pública, que es una forma de
desaparecer también. Pero no es menos cierto que
en vida recibo este homenaje.

[...] Muchas veces dije que era un privilegiado de
la vida; lo repito hoy. Cada uno de nosotros es
parte de lo que ponga de sí mismo, pero es en
mucho también parte de las circunstancias, del
entorno, de lo que le ofrece la vida. Y a mí la
vida me permitió situaciones y actividades que a
otros no les es permitida, por eso termino todavía
con este privilegio mayor de estar hoy, esta
noche, con ustedes.

Para mí hablar en este Paraninfo supone un reto y
un compromiso muy severo. Tengo un tremendo
respeto por este recinto que está poblado de los
ecos de las voces de los grandes pensadores y las
expresiones de la cultura que pasaron por el país
y por este recinto. Pensé entonces en escribir
para tener una mayor precisión en el lenguaje,
pero luego decidí que no y les quiero contar por
qué. Tiene que ver, lo decía la compañera que
habló antes, con una visita que en el mes de enero
de este año me hizo a Costa Azul un grupo de
integrantes de la generación del 83. Me llevaron
un cálido saludo, me llevaron un ejemplar del
libro que habían publicado, me llevaron un casete
y un CD y nos pusimos a conversar y estuvimos
hablando desde las siete hasta las nueve y media
de la noche. Y yo percibí, primero con sorpresa y
después con una tremenda alegría que esta gente no
estaba simplemente viviendo y recordando
nostalgias, estaba por sobre todas las cosas
viviendo un presente y soñando un futuro. Y en el
transcurso de esa misma charla que surgió con uno
de los que estaban presentes: "Ah, pero tenemos
que hacer una charla más amplia que ésta", y esa
charla más amplia se transformó, mis amigos, en
este acto que estamos viviendo hoy. Entonces yo
quiero mantener ese carácter inicial, eso deseado
de charla entre nosotros. Quiero facilitar la
comunicación, quiero tener esa calidez que da la
palabra, por eso quisiera tener incluso un tono
coloquial con todos ustedes y vernos como nos
estamos mirando ahora, a los ojos. Claro, voy a
hablar, pero voy a hablar con una guía para no
caer en arborescencias y perder el hilo del
discurso.

No es fácil recibir un homenaje así, en persona,
no es fácil. Sólo cabe agradecer y decir que
intenté ser en mi vida fiel a mí mismo, coherente,
en el marco de principios éticos elementales, en
la defensa de la libertad y de la democracia, en
el respeto irrestricto a la Constitución y a la
ley. Pero, mis amigos, todo lo que hice, lo bueno
y lo malo, lo acertado y lo erróneo, fue a plena
conciencia, traté de perseguir el paradigma de
decir lo que se piensa y hacer lo que se dice. A
veces pude hacerlo y otras veces no, porque yo
también sentí, como muchos de ustedes, la vigencia
del dilema que planteaba Max Weber hace 80 años y
que incluso comentaba el doctor Guariglia en un
libro reciente, el dilema de la posible oposición
entre la ética de las convicciones y la ética de
las responsabilidades. Cuando uno tiene un cargo,
cuando uno habla en nombre de otros, no es uno
solo el que habla, y eso limita seriamente las
posibilidades de expresión propias. Esto debe ser
tenido muy en cuenta, la ética de las
responsabilidades, muy en cuenta por todos
nosotros cuando juzgamos las conductas de
gobernantes y de líderes políticos. Por eso, hasta
que pude desprenderme de las ataduras de mis
responsabilidades, recién entonces pude hablar por
mí y para mí y ser auténtico. Así dije mi verdad,
la mía, no la verdad, dije mi verdad, que en
ocasiones pudo chocar o herir a alguien; no fue mi
propósito ni lastimar ni herir a nadie, y si en
algún momento eso pasó, aquí, públicamente,
presento mis excusas.

Pero, mis amigos, no se trata de dar
explicaciones, ustedes son los que juzgan. Yo
quiero hoy hablar de cosas, pero de cosas
distintas. Ustedes eligieron este día, que no es
un día cualquiera, es una fecha señalada en
nuestra historia política de los últimos años en
la lucha por la reconquista, por la recuperación
de la libertad y la institucionalidad democrática
que habían sido conculcadas. Pero quiero indicar
ese día en el proceso histórico con su real
trascendencia y quiero además señalar que a veces
un acto, una imagen, una palabra, tiene un brillo
tal que de pronto oscurece el proceso en el cual
está inmerso, y entonces, mis amigos, el 19 de
marzo de 1984 no es solamente el acto del balcón.
Quiero ser objetivo, no quiero relativizar ese
hecho, no es por falsa modestia, que es la peor de
las vanidades, sino para ubicarlo en el tiempo,
con un antes y un después. Permítanme una
digresión. Cuando era estudiante, un viejo
profesor que nos hablaba de historia y de la vida
comparaba la historia y la vida con un río de
llanura, con sus vueltas que aparentemente van
atrás del curso, y ponía como ejemplo nuestro río
Negro, el viejo Um, con sus bucles, con sus
meandros; claro, antes de que las represas
borraran muchos de esos bucles y meandros. Yo digo
que debemos recorrer y gozar de esos bucles, pero
no perder de vista el curso del río y su destino
final, que es la desembocadura. Es con este
criterio, mis queridos amigos, que miro el 19 de
marzo 20 años después. Quiero ser objetivo y verlo
en dos dimensiones, una interna, íntima, personal,
familiar; otra política y social. En lo personal,
lo decíamos desde el balcón, la emoción de años de
espera, particularmente los últimos años en la
Cárcel Central de Policía. Y habíamos en esa época
expresado una convicción muy profunda: al final
del camino una luz puntual nos espera.

El 19 de marzo fue para mí una luz intermedia, una
luz a mitad de camino, porque la luz puntual era
la recuperación de la libertad y la democracia.
Pero volver a mi casa, estar entre mi gente,
encontrarme después desde el balcón con la gente
en la calle, ustedes lo vieron, poder conversar
con ellos, primero a viva voz y después con un
megáfono que Julita Möller, que está ahí y que esa
noche ofició de secretaria de relaciones públicas,
nos alcanzó. Y fue esto en un clima de fiesta, en
un clima de alegría, en un clima de fiesta, porque
se adueñó de mi casa y de mi persona un hermoso
grupo de compañeros de la generación del 83, que
están acá la mayoría de ellos, con lo que tiene la
juventud, con locuras, verdaderos disparates, pero
con esa frescura que es propia de la juventud. Y
allí hubo cosas como las que ellos marcaron,
normas escritas, me las marcaron pero se las
marcaron a todos los demás, y ese día dispusieron
que sólo podían subir a saludarme connotados
líderes políticos o sociales o familiares muy muy
cercanos. Y escuchen, vean esto, porque uno puede
engañarse con los videos que pasaron: vino China
Zorrilla, no la dejaron subir porque no era
connotada dirigente política; subió al otro día,
por supuesto, y nos pudimos abrazar. Pero fue una
jornada realmente inolvidable. Pero lo otro, lo
trascendente, es la dimensión política en lo
nacional con repercusión internacional: indicó
para mí una señal clara de que el régimen
necesitaba una salida y estaba dispuesto a
transitar pasos en esa dirección. Pero yo no era
un preso cualquiera, yo era un general traidor al
proceso, yo era el preso emblemático que dijera
Wilson Ferreira, yo era el presidente del FA, la
fuerza política que el régimen había querido
destruir.

Entonces tuvo una significación muy especial que
sintieron todas las fuerzas políticas y sociales
de nuestro país y que fue la que llevó a que ese
día y los días siguientes todos los dirigentes
políticos del país, de todos los partidos, y todos
los dirigentes sociales me llevaran su saludo y su
adhesión. Fue el inicio de una etapa que luego las
fuerzas democráticas instrumentaron en una línea
de concertación, movilización y negociación que
finalmente terminó con la recuperación de las
libertades y la democracia. Y además, porque uno
mira el video ahora ese día, esa noche, fue un
tremendo acto político que cortó bulevar Artigas y
bulevar España. Estábamos en dictadura, los actos
políticos no estaban permitidos, entonces fue el
primer acto político de características
singulares.

Pero después vivimos el año 84, que no quiero
recordar hoy, lo recordaremos después porque
tendremos tiempo durante el transcurso de todo
este año. Hoy lo que quiero rememorar es el antes.
Una premisa que puede parecer obvia: hubo un 19 de
marzo y un año 84 porque antes había habido un año
83. No pretendo hacer historia, ah, pero quiero,
sí, ejercitar la memoria, la memoria colectiva, la
memoria de la sociedad uruguaya, que hace a su
identidad, ayuda a comprender su idiosincrasia y
es base de su cultura. Pero hoy lo dicen
absolutamente con un lenguaje muy claro los
propios integrantes de la generación 83 en su
libro: no hay memoria sin olvido. El problema
individual de cada uno de nosotros y de la
sociedad entera es saber y poder qué olvidar para
mejor recordar aquello que no puede ni debe
olvidarse. Esto, mis amigos, es fundamental en lo
que tiene que ver con aquellos años. Apenas unas
citas porque en la larga noche del régimen
autoritario y de terror, de silencio infinito de
los primeros tiempos, de privación de cualquier
manifestación, ya había existido un formidable No
al intento de una Constitución liberticida que
asombró al mundo entero. Y había habido también el
proceso de las elecciones internas del año 82, con
el amplio triunfo de los sectores democráticos e
incluso con el voto en blanco. Los dos, estos dos
acontecimientos fueron severos reveses para la
dictadura. Ah, pero el año 83 demostró que el
régimen estaba históricamente terminado, fue
grávido en hechos memorables: la caceroleada, la
salida de la gente a la calle, tres
acontecimientos, repito, memorables: el 1º de Mayo
en la calle después de diez años, la Semana de los
Estudiantes con aquella magnífica marcha, aquella
marcha por bulevar Artigas que terminó después en
el Franzini, ¡ah, compañeros y amigos!, y
finalmente el río de libertad. Y junto con eso,
mezclado, producto, motor, pero producto de eso
también, la creación de tres institutos sociales
fundamentales en la vida del país de aquel
momento: ASCEEP, el PIT y Fucvam, como expresiones
de la juventud, ( ), de los jóvenes y mayores
sindicales y de una fuerza nueva que estaba
saliendo, que estaba naciendo, que fue
precisamente el sector liderado por Fucvam.

Junto con eso, también, por supuesto, Cinemateca,
el canto popular, el teatro, todo eso fue lo que
finalmente condujo al 19 de marzo del 84. Pero lo
trascendente, lo que quiero marcar hoy en forma
fundamental, fue la demostración de que se había
perdido el miedo al miedo. Eso es lo que quiero
recordar hoy, porque en esa gesta los jóvenes, los
estudiantes de entonces que hoy convocan a este
acto, tuvieron un papel protagónico. Y eso tienen
que saberlo todos, no sólo ellos y las
generaciones mayores que vivimos aquel proceso,
sino fundamentalmente los más jóvenes, los hijos
de aquellos del 83 que hoy tienen la edad que
ellos tenían en aquel tiempo. Y quiero resaltar
esto y decirlo brevemente, porque el régimen se
había ensañado con los centros de enseñanza, se
había ensañado con la Universidad, con el IPA, con
cualquier manifestación de enseñanza. Había
impuesto el terror y una contracultura absoluta.
Era el imperio de los porteros vigilantes, aquel
engendro de patovicas, del más feroz de los
patovicas actuales. Era aquella absurda moral de
la pollera de las rodillas, del pelo recogido para
las chicas y el pelo corto para los varones. Era
el no poderse mirar entre los integrantes de
distinto sexo, ni sonreír; era desconfiar,
recelar; era por sobre todas las cosas la negación
de la vida y la negación del amor. Sólo escuchando
a quienes vivieron y lucharon en aquellos tiempos
se puede alcanzar la magnitud de la tragedia, sólo
así se puede comprender el valor de actos de
rebeldía que cuando uno cuenta en el día de hoy
pueden parecer banales. Ah, pero decir "dictadura"
dentro de un centro de enseñanza o en una clase,
leer un manifiesto en una clase, ni que decir
hacer una volanteada o una pintada, esto era
arriesgar la libertad, era arriesgar la prisión,
el destrato, las vejaciones e incluso el
destierro. Y acá están algunos de los muchachos y
las muchachas de aquella época que así lo
hicieron. Yo me emociono cuando recuerdo una
decisión que uno cuenta ahora y la gente no la
entiende: un día un grupo de muchachas decidió ir
de pantalones a clase, y fueron de vaqueros; por
supuesto, no pudieron entrar, pero era una
demostración de su oposición al régimen.

Pero, mis amigos, no son estas cosas que quiero
recordar hoy, quiero no rescatar, porque no
necesita rescate, pero sí señalar cómo la
generación del 83 salió de las sombras. Claro,
sintieron miedo, convivieron con el miedo, pero
vencieron al miedo, y eso fue fundamental en la
lucha por la libertad y la recuperación de la
democracia. Porque, mis queridos amigos, no hay
libertad con miedo, no hay vida plena con miedo,
no hay democracia con miedo.

Y lo importante, lo importante para la memoria es
cómo lo hicieron, fue superar la intención del
régimen de que cada uno viviera aislado de los
demás, que cada uno se encerrara en sí mismo como
un erizo, fue entonces superar la barrera, la
debilidad y el frío de lo individual y alcanzar la
fuerza y la calidez de lo colectivo. Fue la
necesidad de reencontrarse con otros, fue recrear
la solidaridad, la confianza, la lealtad; fue
superar la dignidad humana, en el mejor sentido
del término; y fue, por sobre todas las cosas,
recuperar el sentido de la vida, recuperar el
valor del amor como fundamento de la relación
humana, recuperar los valores éticos y sociales, y
saber que esa reconquista era posible si la lucha
era de todos para salir entre todos.

Permítanme ahora un recuerdo que es anterior a esa
época pero tiene que ver con eso. Fue en los
primeros meses, poco antes del quiebre
institucional, en los primeros meses del 73; ya
había represión, ya había atentados, ya había
miedo, y yo conversaba con los jóvenes. Recuerdo
una tardecita, casi de noche, en Treinta y Tres,
en una escuelita suburbana; hablábamos de eso y yo
decía que la tribu se reúne ante el momento de
peligro, que había que juntarse para afrontar la
situación. Y entonces naturalmente en la charla
que manteníamos surgió una frase que la maestrita
con su linda letra escribió con tiza en el
pizarrón de la clase: "Unir mil miedos para formar
un solo coraje". Eran los tiempos en que todos
cantábamos, todos a una, como Fuenteovejuna, y fue
lo que hicieron, en otra escala mayor, los
muchachos del 83. Y yo quiero decirlo hoy, acá, en
esta Aula Magna de la Universidad de la República,
y lo quiero decir y por favor, que nadie diga que
ustedes me homenajean a mí y yo los homenajeo a
ustedes, no es eso, por favor. Pero el año pasado,
cuando se cumplieron 20 años de todos estos hechos
memorables del 83, nuestra sociedad, nuestra
ciudadanía estaba inmersa en el problema del
referéndum sobre Ancap y esa preocupación
fundamental de la ciudadanía no dio, a mi,
entender la importancia debida a esos hechos. Yo
digo que es un reto, que hago a todos, que cuando
se cumplan los 25 años, el cuarto de siglo, en
2008, reparemos esa falta.

Y ahora quiero hacer una reflexión con ustedes en
la cual quisiera ser muy claro. Por favor, no
hagan comparaciones absurdas, imposibles.
Simplemente parto de la afirmación de que salimos
de la dictadura con un esfuerzo conjunto de la
sociedad y digo, mis estimados amigos, hoy estamos
saliendo de la crisis económica más severa que
sufrió nuestra sociedad en los últimos tiempos. Y
digo que todos, todos, quisiéramos que el proceso
de recuperación económica que parece que estamos
viviendo se convierta, se transforme, en un
proceso sostenido de desarrollo económico y social
que permita satisfacer las demandas urgentes de
nuestra sociedad. Ah, pero otra vez de nuevo ello
será posible sólo con el esfuerzo conjunto de la
sociedad entera. Y además, mis queridos amigos,
porque todavía persiste el miedo de nuestra
sociedad y en la juventud particularmente. Es un
miedo distinto de aquel terrible miedo de la
dictadura, es distinto, son otros miedos; es el
miedo a la inseguridad ciudadana, al presente y al
futuro, a la marginalidad, al desempleo, el miedo
a la violencia, el miedo al terrorismo, el miedo a
los cambios. Mis amigos, tenemos que sacara esos
miedos, tenemos que erradicarlos, porque no habrá
un futuro venturoso para nuestra gente y para
nuestro pueblo si así no lo hiciéramos. Entonces
es un tremendo otra vez no al miedo, no a ninguna
clase de miedos, sí a una esperanza que nos
aliente a todos para seguir luchando por ese
futuro que queremos. Yo pienso, pienso que algo de
esto debe haber estado presente en la mente o de
pronto en el subconsciente de los compañeros de la
generación del 83 cuando sintieron la necesidad de
reencontrarse, no solamente para recordar, sino
también para vivir mejor el presente y el futuro
con ellos y con sus hijos.

No me olvido, sé muy bien que estamos en un año
electoral, pero quiero proyectar a este presente
el espíritu que guió a la generación del 83. Cada
uno de nosotros tiene, por supuesto, sus
simpatías, sus afinidades políticas, pero
reconozcamos que en estos tiempos que transitamos
en todos los ámbitos corren vientos de renovación
y de cambios, una expresión de las voluntades en
todas las tiendas políticas de elaborar propuestas
y voluntades para un futuro mejor del pueblo
oriental.

Entonces quiero remarcar que una condición sine
qua non, la condición primera para cualquier
proyecto de recuperación del país exige el cambio
moral en nuestra sociedad, porque la crisis
también provocó el encerramiento de la gente en sí
misma y el aislamiento, también lo provocó, afectó
los valores societarios que tenemos que recuperar.
Y ésa es una tarea común a todas las fuerzas
políticas y sociales de nuestro país en el momento
actual. Esto es lo que hace necesario un espíritu
militante, más allá de cualquier diferencia
doctrinaria, política o religiosa, como fue el
espíritu de la gente de la generación del 83, sin
banderías políticas, con la única bandera de
querer la libertad y la libertad humana. Yo sé que
quienes promovieron el reencuentro de los actores
del 83 han logrado crear una red de comunicación
que lleva al intercambio de ideas, de discusiones,
una red que tiene más de 400 integrantes dentro y
fuera de fronteras, que lo hacen todos por correo
electrónico, a veces en contactos personales, pero
fundamentalmente a través del correo electrónico.
Discuten entre ellos, se pelean entre ellos, por
supuesto, pero se pasan elaborando ideas. Y yo
digo que eso constituye un capital humano
excepcional, de una tremenda potencialidad que
debe estar al servicio de la República, entonces
convoco, más que convocar, exijo a los integrantes
de la generación del 83 que hoy organizaron este
acto que se mantengan movilizados en el mejor
sentido de la palabra, que estén militantemente
trabajando para permear a la sociedad entera, pero
particularmente a los jóvenes de las generaciones
que siguieron el espíritu y la forma que les
permitieron superar aquellas dramáticas
instancias. Es para mí una responsabilidad
ciudadana la que tienen ustedes, mis queridos
compañeros.

Pero debemos terminar, me extendí demasiado en lo
que debió ser sólo un agradecimiento. Pero les
pido que comprendan: ésta es mi última
comparecencia pública, y entonces es lógico que un
poco me aferre a ella. Pero hay otra cosa más que
les quiero decir; por supuesto, no es una frase
académica, pero yo me siento hoy y aquí, con
ustedes, como los novios cuando dicen: "Tengo
tantas cosas para decirte "

Una reflexión final que hago, mis amigos, sin
ninguna clase de dramatismo. Tengo plena
conciencia de que cuando uno abandona la vida
pública se confina en el ropero del desván -y
valga la expresión un poco arcaica-; yo lo decidí
y, ustedes me conocen, lo voy a cumplir. Pero
quiero decirles esto: a mí me gusta vivir, amo la
vida, no me aferro a ella; he dicho mil veces, la
vida es pugna, la vida es lucha, pero si es cierto
el precepto latino de "cogito, ergo sum", no menos
es cierto que si yo vivo, existo y soy, puedo
pensar, y entonces, mis amigos, dentro del ropero
seguiré pensando. Y si en un momento siento la
necesidad de pelear, lo haré contra las puertas
del ropero.

Quiero decirles mi profundo, emocionado
agradecimiento por este regalo que 20 años después
me hacen ustedes y decirles que nunca más lo voy a
olvidar en los años de mi vida, que espero que
sean muchos y largos años junto con Lilí, junto
con mis hijas, junto con mis nietas y junto con
ustedes, que son mis amigos.

Y ahora un pedido final: entramos con Lilí por el
costado a este Paraninfo de la Universidad de la
República; yo pido que ahora me dejen salir, con
alegría, por la puerta grande de la Universidad de
la República.

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